viernes, 27 de enero de 2012

El primer jabón magnético

Un grupo de investigadores de la Universidad de Bristol ha anunciado el desarrollo de un nuevo tipo de jabón, cuyas propiedades magnéticas lo convertirían en ideal para la fabricación de productos destinados a la limpieza de desastres ecológicos como los derrames de petróleo crudo. Se trata de un compuesto formado por sales de hierro disueltas en agua cuyas moléculas pueden responder a un campo magnético, propiedad que permite recogerlo junto a la grasa, suciedad y químicos que se le han adherido durante el proceso de limpieza simplemente utilizando un imán. Si logran convertirlo en un producto viable se convertiría en una herramienta muy útil para minimizar el impacto ecológico de estos accidentes.

Desde hace siglos utilizamos jabones y detergentes para remover la mugre de objetos, utensilios y nuestros propios cuerpos. Pero aunque estos compuestos hacen un buen trabajo de limpieza, las impurezas que han removido quedan adheridas a sus moléculas y se van -junto con el agua utilizada durante el proceso- por el desagüe. Dejando de lado las consecuencias a largo plazo que puede tener este tipo de manejo de un recurso tan escaso como el agua potable, lo cierto es que en el líquido resultante del lavado se mezclan el agua, el detergente y las partículas removidas, siendo muy complicado separar una cosa de la otra. Cuando se utiliza alguna clase de jabón para “limpiar” un derrame de hidrocarburos que ha tenido lugar en el mar, es muy complicado separar la mezcla resultante del agua limpia. Afortunadamente, parece que un grupo de investigadores de la Universidad de Bristol ha encontrado una solución a este problema.

Reacción a un campo magnético

El equipo de Bristol desarrolló un jabón que incluye en sus moléculas átomos de hierro. Dicho compuesto utiliza como base un jabón líquido especial, rico en cloro y bromo. Mientras que en un jabón tradicional sus largas moléculas solo son atraídas o rechazadas por el agua, en este nuevo producto se suma la propiedad de que reaccionen frente a la presencia de un campo magnético. Según Julian Eastoe, uno de los miembros del equipo de trabajo que creó este jabón, “si hace diez años le hubiésemos dicho a un farmacéutico que íbamos a disponer de un jabón capaz de reaccionar a los campos magnéticos difícilmente nos hubiese creído”.

Pero gracias a su trabajo dicho producto ha sido posible, y en caso de que pueda ser fabricado en grandes cantidades a un coste razonable se convertiría en una invalorable herramienta a la hora de enfrentar las consecuencias de un derrame de combustible en el mar, ya que una vez que el jabón magnético se ha unido con las partículas del hidrocarburo puede ser retirado mediante el uso de un imán.

lunes, 23 de enero de 2012

Cuatro cosas para las que no deberías emplear WhatsApp

La aplicación de mensajería instantánea para smartphones WhatsApp ha revolucionado en muy poco tiempo la forma en que nos comunicamos a través del teléfono móvil. El secreto de su éxito radica en que permite enviar mensajes de texto, fotografías y vídeos sin tener que pagar por ellos, al contrario de lo que ocurre con los tradicionales mensajes de texto, a los que ha relegado a un simple recuerdo del pasado.

Sin embargo, su reciente retirada de la App Store de Apple durante cuatro días – ya vuelve a estar disponible- y una serie de mensajes en cadena que alertaban de que su uso pronto dejaría de ser gratuito han provocado ciertas dudas sobre la seguridad de la popular aplicación de mensajería instantánea.

Ante esta situación, Eduardo Arcos nos ofrece en el blog “Cooking Ideas” cuatro sencillos puntos a tener en cuenta para evitar llevarnos algún disgusto al usar esta aplicación. La finalidad de estos consejos no es convencer a nadie para que deje de usar este tipo de mensajería, sino tratar de que se utilice aplicando el sentido común. A continuación, detallamos las cosas para las que, a juicio de Arcos, nunca deberíamos emplear WhatsApp:

1.- Enviar o compartir contraseñas: Una de las principales críticas que recibe esta aplicación es que se desconoce dónde se guardan los mensajes enviados, si la compañía conserva una copia tras su entrega y el nivel de seguridad que se les aplica. Por ello, aunque en teoría la conexión 3G del móvil no puede ser interceptada, es mejor no compartir información sensible a través de este sistema. Además, todo el historial de mensajes enviados por WhatsAPpp, incluyendo los eliminados, se almacena en el dispositivo, lo que permite que pueda ser recuperado en cualquier momento.

2.- Compartir imágenes comprometidas: Al igual que el punto anterior, se trata de usar el sentido común. Al no saber si lo que enviamos se almacena en los servidores de la compañía ni quién puede acceder a ellos, lo mejor es no enviar imágenes de documentos importantes o esas fotos de la fiesta salvaje del fin de semana. Nunca sabes si alguien podrá usarlas en tu contra y todos recordamos la mala pasada que le jugó el iPhone a Scarltett Johanson.

3.- Emplearlo como sistema de comunicación corporativa: Muchas personas consideran que WhatsApp es un sustituto completo para sistemas como BlackBerry Messenger. Esta afirmación es cierta a nivel social, pero no en el corporativo. RIM, fabricante de BlackBerry, aplica un estándar de seguridad que garantiza que los mensajes corportativos solo serán accesibles para emisor, receptores y la empresa, mientras que WhatsApp no ofrece ninguna de esas seguridades.

4.-Convertirlo en un sustituto del correo electrónico: Poco a poco, este tipo de sistemas han ido remplazando al tradicional email. Sin embargo, este uso tiene más inconvenientes que ventajas: el historial no se guarda de la misma forma, carece de las herramientas de búsqueda que poseen los gestores de correo y es accesible desde otros dispositivos. Además, el identificador es un número de teléfono, en lugar de una dirección universal y es mucho más fácil acceder sin permiso a su contenido.

lunes, 16 de enero de 2012

Lentillas que convertirán el ojo humano en la pantalla de un ordenador

Científicos de EEUU y Finlandia han desarrollado unas lentes de contacto en las que es posible proyectar imágenes. De momento el dispositivo sólo contiene un píxel y ha sido probado exclusivamente en animales, aunque sus creadores lo consideran un primer paso en el camino para conseguir transmitir información en tiempo real directamente a nuestro campo visual sin necesidad de cables.

Las características de estas lentillas, diseñadas por investigadores de la Universidad de Washington (EEUU) y de Aalto (Finlandia), se recogen esta semana en “Journal Of Micromechanics and Microengineering” 'Journal Of Micromechanics and Microengineering'.

Lo que los científicos pretenden con este invento es un sistema de visión parecido al del ciborg 'Terminator', el personaje de ciencia ficción protagonizado por Arnold Schwarzenegger. Según aseguran, cuando el sistema esté desarrollado, los usuarios de estas lentillas podrán leer textos y ver imágenes como si tuvieran una pantalla de ordenador en sus ojos, sin cables de por medio. Por ejemplo, cuando las lentillas contengan cientos de píxeles podrán ser utilizadas para leer correos electrónicos cortos o breves textos, que serán proyectados directamente en los ojos.

Se probaron en un conejo vivo

Por primera vez estas lentillas han sido probadas en los ojos de un ser vivo para evaluar posibles efectos nocivos para la vista. Los investigadores utilizaron un conejo vivo y, según aseguran en este estudio, las pruebas a las que lo sometieron muestran que las lentillas no produjeron ningún daño ni en la córnea ni en ninguna zona del ojo. Además, añadieron un tinte fluorescente para comprobar si las lentillas le habían causado algún tipo de abrasión, sin que detectaran ninguna anomalía. En el estudio subrayan que estas pruebas se realizaron siguiendo escrupulosamente las normas que regulan el trato que los animales deben recibir durante los ensayos en laboratorio.

A pesar de los resultados positivos de estas pruebas, habrá que realizar muchas otras antes de garantizar que estas lentillas no suponen ningún riesgo para los humanos. De hecho, en la fabricación de circuitos eléctricos se utilizan materiales y productos que podrían resultar tóxicos.

El dispositivo está compuesto por una antena que suministra la energía recibida de una fuente externa y por un circuito integrado que almacena esta energía y la transfiere a un chip transparente de zafiro que contiene un único LED (un diodo emisor de luz). Para construir los circuitos usaron capas metálicas extremadamente finas, con un espesor de pocos nanómetros.

Uno de los principales obstáculos que hubo que resolver fue lograr que el ojo percibiera la información proyectada con nitidez. En el ojo humano la distancia focal mínima es de varios centímetros, por lo que los textos proyectados en las lentes probablemente aparecerían borrosos. Para evitarlo, incorporaron un juego de lentes Fresnel en el dispositivo para enfocar la imagen proyectada en la retina. Bautizadas así en honor a su creador, Augustin Fresnel, estas lentes de gran apertura y una corta distancia focal son mucho más delgadas que las convencionales.

Los científicos se centrarán ahora en introducir las mejoras necesarias para conseguir dispositivos más funcionales, de alta resolución y a los que se les pueda suministrar energía remotamente. Su próximo objetivo será incorporar a la lentilla un texto.

martes, 10 de enero de 2012

Los increíbles hologramas de Star Wars, a un paso de ser reales

Microsoft ha presentado un nuevo proyector holográfico que si bien no es el primero del mundo en proporcionar imágenes tridimensionales que parezcan flotar en el aire, es el primero que no funciona detrás de un vidrio. El producto, llamado Vermeer, genera hologramas que se parecen mucho a lo que todos hemos visto en Star Wars, cuando la princesa Leia aparece “flotando en el aire” en forma de holograma. Es capaz de conseguir unos 15fps y parece que tiene todo lo necesario para convertirse en un éxito de ventas.

Proyectores de hologramas hay muchos. Sin embargo, por alguna razón ninguno de estos productos se ha convertido en un éxito comercial. Algunos son caros, otros solo muestran imágenes mediante un equipo demasiado voluminoso, y en otros, quizás pequeños y baratos, las imágenes proyectadas son realmente de mala calidad. Sin embargo, el público sigue esperando que alguna empresa les permita convertir en realidad el sueño de tener un proyector holográfico decente en casa, y parece que Microsoft ha recogido el guante. En efecto, el nuevo proyecto de esa empresa, denominado Vermeer, es capaz de mostrar imágenes tridimensionales que aparecen como “flotando en el aire”, sin necesidad de que estén separadas del espectador mediante un vidrio o cualquier otra superficie transparente. A fines prácticos, lo que se obtiene es casi lo mismo que todos hemos visto en Star Wars, cuando la princesa Leia hace su truco holográfico.

Como puedes ver en el vídeo sobre estas líneas aquí no hacen falta gafas especiales, no es necesario ubicarse en una posición específica respecto de la imagen ni existe el riesgo de que una pieza que gira a toda velocidad te fracture un dedo cuando intentas tocar el holograma. Vermeer es visible a lo largo de 360 grados, y puede ser “tocado” sin problemas. De hecho, es posible que el sistema reconozca esos “toques” y reaccione en consecuencia. La ilusión óptica está lo bastante bien conseguida como para nuestro cerebro se convenza de que frente a nuestros ojos hay una imagen tridimensional.

Vermeer proyecta unas 3000 imágenes por segundo, distribuidas a lo largo de 192 direcciones diferentes, por lo que se puede decir que el sistema es capaz de conseguir unos 15fps. El parpadeo, hay que decirlo, es bastante notorio. Pero no está nada mal para ser la primer versión de un producto que -esperamos- puede convertirse en un futuro éxito de ventas.

miércoles, 4 de enero de 2012

Una señal de cosmos (o el día que creímos no estar solos)

¿Nos hablaron desde otro mundo hace treinta y cinco años? ¿O se trató sólo de un extraño accidente destinado a dejarnos intrigados sobre la posibilidad de que hayamos dejado escapar un primer contacto con inteligencias extreterrestres? Esta es la historia de un suceso curioso: el día en que, tal vez y sólo tal vez, captamos una voz ajena llegada desde las profundidades del espacio… y nunca pudimos averiguar qué estaba diciendo.

16 de agosto de 1977. El doctor Jerry Ehman, astrónomo y colaborador voluntario del Programa de Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre (SETI) acude como cada mañana a las instalaciones del radiotelescopio Big Ear, en Ohio. Era una jornada como otra cualquiera difícilmente podía prever las horas —e incluso días— de agitación y entusiasmo que tenía por delante. Ehman tomó asiento para realizar una tarea más bien rutinaria: examinar los registros del radiotelescopio, todo aquello que el Big Ear había estado captando durante la noche, que por lo general se limitaba a ruido de fondo radiofónico producido por el conjunto del cosmos. Dado que por entonces la tecnología no estaba muy avanzada y grabar todo aquel aluvión de emisiones cósmicas resultaba inviable, los registros se imprimían en papel. Era una larga lista de letras y números distribuidos en columnas representando señales de radio de distinta frecuencia e intensidad. Para un profano, aquellos caracteres hexadecimales podían no tener sentido, pero un radioastrónomo experto era capaz de detectar anomalías —por ejemplo, señales artificiales— con un solo vistazo. Así pues, Ehman tomó la larga ristra de papel de impresora y comenzó a leer los datos.

Con total asombro, entre tanto número anodino, observó un código anómalo: 6EQUJ5. Aquellas cifras ininteligibles para un lego significaban, en cristiano, que se había captado una señal de radio artificial procedente del cielo. Reflejaban que la señal era insólitamente intensa, demasiado para tener causas naturales, y además estaba localizada en una única frecuencia —como nuestras comunicaciones terrestres—, así que su naturaleza inteligente parecía fuera de toda duda. Jerry Ehman rodeó las cifras con un bolígrafo e hizo la siguiente anotación al margen: “Wow!”. Tal vez se hallaba ante la primera señal de una civilización alienígena. Aquello podría ser el Primer Contacto.

Horas de café y esperanza

La misteriosa señal de radio había sido recibida a las once y cuarto de la noche anterior. Era una emisión fuerte y clara que en el momento no fue grabada. El equipo de detección era todavía muy rudimentario y no estaba asociado a un equipo de grabación automático preparado para registrar cualquier cosa que se saliese de lo normal y almacenarlo en cinta magnetofónica. Para grabar cualquier señal se precisaba hacerlo manualmente, con un astrónomo supervisando todo. Pero aquella noche el Big Ear había estado vacío. No había nadie para haber intentado guardar aquel mensaje procedente de lo alto y la lista de números en papel era lo único que tenían. Y aquellos números, como decimos, sólo cuantificaban intensidad y frecuencia, eran como los indicadores del control de volumen de una radio pero no decían nada sobre el contenido concreto de la emisión.

El vetusto radiotelescopio Big Ear.

Para que nos hagamos una idea de lo primitivos que eran los medios con que contaban las instalaciones, aquel radiotelescopio —inaugurado en 1963— estaba manejado por una computadora cuyo disco duro tenía un megabyte de capacidad. Esto es: en el cerebro del Big Ear no habría sitio ni para almacenar una única fotografía hecha con un teléfono móvil de la actualidad. Además, el radiotelescopio no podía ser dirigido a voluntad como las antenas más modernas, sino que sus dos únicos receptores estaban fijos en el suelo y “escaneaban” el firmamento siguiendo el movimiento de rotación terrestre. Sólo podían explorar un rincón del cielo una vez cada veinticuatro horas. La señal se había captado en la constelación de Sagitario, más concretamente cerca de la estrella Tau Sagitarii, pero el oído del radiotelescopio no volvería a pasar por la zona hasta la noche. Aquello significaba que los astrónomos del Big Ear tenían que esperar todo el día para que las antenas volviesen a captar aquella extraña señal.

Jerry Ehman y sus compañeros eran presa de una comprensible excitación ya que estaban a punto de dar la noticia científica más importante en la historia de la Humanidad: el descubrimiento de otra inteligencia en el cosmos. Les quedaban todavía horas para volver a recibir la señal y, esta vez sí, poder grabarla. Pero, entretanto, no perdieron el tiempo.

Lo primero que tenían que hacer era descartar que la señal proviniese de un avión, de un helicóptero o de un satélite artificial. Aunque la frecuencia concreta en que fue captada la emisión (1420 MHz, que era la frecuencia que se esperaba que usaran los alienígenas para comunicarse con nosotros, más adelante explicaremos por qué) es una frecuencia que está prohibida para el uso radiofónico en todo nuestro planeta, no se podía descartar que alguna emisora pirata situada en algún avión la estuviese utilizando. Los astrónomos se pusieron en contacto con los aeródromos y radares de la zona, donde les informaron que los radares no habían captado ningún vuelo sobre la región a aquella hora de la noche. También comprobaron las órbitas de todos los satélites artificiales conocidos y ninguno estaba situado en aquel punto del cielo justo cuando se había recibido la “señal Wow”, como ya empezaron a llamarla sus descubridores. Tampoco se sabía de ninguna sonda espacial alejada de la órbita terrestre que estuviese en aquella dirección y que pudiera haber emitido la señal. Si Wow había llegado del cielo, y se sabía que así era, el origen no era ninguna astronave humana. Tenía que ser una señal enviada por otra civilización.

¿Por qué una señal alienígena?

La frecuencia de la señal era clave para entender la agitación de los astrónomos que la captaron. La señal Wow era una señal intensa, uniforme y emitida en una frecuencia determinada, mientras que el “ruido de fondo” que producen los astros es una señal débil, cambiante y difusa: ocupa muchas frecuencias radiofónicas sin orden alguno. Además, la frecuencia de la señal Wow (1420 MHz) se consideraba la más indicada para enviar mensajes a través del espacio. Se trata de la “frecuencia de resonancia del hidrógeno”: ese tipo de señal hace vibrar a los átomos de hidrógeno como si fuesen un diapasón. Dado que precisamente el hidrógeno es el elemento más abundante del cosmos, actuaría como una perfecta caja de resonancia para permitir que la emisión llegase muy lejos sin perder demasiada intensidad. Si una raza inteligente pretendía usar la radio para enviar comunicaciones al espacio, esa sería precisamente la frecuencia que emplearían, según la hipótesis que desde años atrás manejaban los científicos. Así que teníamos una señal de intensidad fija, claramente artificial y distinguible del ruido de fondo cósmico, captada en la frecuencia que los científicos esperaban sería empleada por hipotéticos extraterrestres, y que no tenía un origen terrícola conocido. Blanco y en botella… las horas de espera se hicieron muy largas para el equipo de descubridores.

Sólo había algo inesperado. Los dos receptores del Big Ear escaneaban el mismo lugar del cielo con una diferencia de tres minutos y la señal había sido captada sólo por uno de los dos receptores, lo cual indicaba que no era emitida continuamente, sino que se encendía y se apagaba. Aquello era un motivo de inquietud: había que confiar en que no se hubiese apagado definitivamente.

“Mi casa, teléfono…”

La ansiedad de Ehman y su equipo crecía por minutos conforme se acercaban las once y pico de la noche, momento en que el Big Ear peinaría nuevamente aquella región de la constelación de Sagitario. Ahora sí estaban preparados para analizar la señal en profundidad, para grabarla y descubrir qué tipo de mensaje podía contener. Las once y cuarto del 16 de agosto de 1977: esa iba a ser la hora concreta en que iban a cambiar la historia del hombre y toda nuestra concepción del universo, de la existencia y de nosotros mismos. El momento más crucial desde que, cientos de miles de años atrás, alguien consiguió encender un fuego por primera vez. Por fin, tras siglos y siglos de soñar con dioses y carros de fuego, sabríamos qué tenían que decirnos los seres que poblaban las estrellas. Nos estaban hablando y estábamos preparados para escuchar. La Tierra rotaba y los dos receptores del Big Ear se acercaban nuevamente al distante brillo de Tau Sagitarii. ¿Qué enigmáticas maravillas íbamos a poder escuchar?

Pero no sucedió nada.

No se captó ninguna señal. Ni el más mínimo rastro de algo que no fuese el típico ruido de fondo cósmico. Wow se había apagado. No estaba allí. Esperaron otras veinticuatro horas, ahora tan angustiados como excitados. Y tampoco hubo resultado. Día tras día lo volvieron a intentar, y día tras día el Big Ear sólo captaba silencio. Quien quiera que hubiese lanzado aquella señal al espacio, había apagado su emisora. Y no la volvió a encender.

Jerry Ehman, descubridor de la señal y el hombre que subrayó el registro con bolígrafo rojo añadiendo un asombrado "Wow!".

Tras varias semanas infructuosas y desesperantes en las que no hubo ningún otro rastro de la emisión que pudo haber cambiado la ciencia para siempre, Jerry Ehman y sus colegas se dieron por vencidos. Si había alguna civilización alienígena emitiendo desde aquel punto del espacio, ¿por qué se habían callado de repente? No tenía mucho sentido. Algo no cuadraba en el asunto: haber recibido una señal artificial que desaparecía por las buenas el día siguiente… salvo, claro está, que los marcianitos estuviesen jugando al escondite o gastándonos una broma. ¿Qué podía haber funcionado mal?

Jerry Ehman había alcanzado una gran notoriedad en el mundillo astronómico y científico gracias a su descubrimiento, pero ahora se mostraba decepcionado y frustrado. Incluso escéptico. Él mismo fue uno de los primeros en afirmar que aquello no podía haber tenido origen alienígena, ya que si una civilización hubiese producido la señal cabía esperar que continuaran estando allí, emitiendo. Ehman no tenía pruebas de que la señal fuese de origen terrestre ni tampoco otra explicación convincente, pero no imaginaba a toda una civilización emitiendo señales durante solamente un día. Así que comenzó a buscar una respuesta al misterio: si no era obra de los alienígenas, ni había sido emitida por ningún avión o satélite, ¿de dónde podría haber salido aquella señal?

Se le ocurrió que Wow podría haberse tratado de una emisión clandestina originada en la propia Tierra, cuyas ondas habían salido hacia el espacio y se habían reflejado en un pedazo de chatarra espacial —que necesariamente había de ser metálico, liso y casualmente inclinado en una orientación muy determinada— que habría reflejado las ondas enviándolas de nuevo hacia nuestro planeta, donde el Big Ear las habría captado accidentalmente. Una explicación sin duda rocambolesca, pero ni mucho menos imposible. Una casualidad semejante constituiría un enorme sarcasmo, casi como un chiste cósmico de mal gusto, pero ante la falta de ninguna hipótesis mejor, Ehman asumió que había sido víctima de una infortunada y retorcida coincidencia orbital.

Y así nos quedamos, mirando tristemente a las estrellas que ahora estaban en silencio, como E.T. cuando añoraba la nave espacial que lo dejó olvidado en nuestro planeta. En sucesivas ocasiones se ha vuelto a indagar en aquella región de la constelación de Sagitario con ayuda de radiotelescopios más grandes y modernos —como el de Arecibo— pero nunca se ha vuelto a captar nada remotamente sospechoso de tener origen inteligente. Cierto es que la vigilancia no ha sido continua:, pero ningún astrónomo puede dedicar todo un radiotelescopio a vigilar permanentemente un punto del espacio. Estos radiotelescopios son artilugios muy caros, cuyo uso está muy solicitado para un millón de tareas de investigación distintas.

Posibles explicaciones

Lo único que sabemos es que la señal Wow era sin duda de origen artificial, fue emitida en la frecuencia “interestelar” de 1420 MHz y que llegó desde el cielo. Lo que no sabemos… es absolutamente todo lo demás.

La hipótesis de la carambola especular que propuso Jerry Ehman es una de las pocas alternativas razonables para explicar el origen de la emisión Wow. Una señal originada por alguna emisora situada en la superficie terrestre que es devuelta hacia la propia Tierra por algún objeto metálico en la órbita, por alguna pieza perdida de nuestro programa espacial y demasiado pequeña como para que hubiese podido ser captada su existencia. Es una posibilidad. La otra alternativa plausible, que podrá parecer razonable o no a según quiénes, pero que tampoco ha sido totalmente descartada, es que de verdad la señal Wow implicase la captación de un auténtico mensaje alienígena. Pero ¿existe alguna manera de comprobar definitivamente si se trató de una cosa o la otra? No. La respuesta depende más de las inclinaciones de cada cual, que de verdaderas evidencias científicas.

La intensidad de la señal variaba de forma constante siguiendo la rotación terrestre, por lo que sabemos que procedía del cielo y no de la superficie (eje vertical = intensidad, eje horizontal = tiempo en segundos)

Salvo, claro está, que un buen día volviésemos a captarla: seguramente esta vez sí podríamos grabarla y analizar en todo detalle su contenido y su posible origen. Pero, mientras, sólo nos queda la especulación. Y hay especulaciones de todo tipo. El propio Jerry Ehman, con los años, ha abandonado su escepticismo inicial y piensa que tampoco hay motivos de peso para descartar la posible naturaleza alienígena de Wow. No afirma que haya sido una señal inteligente procedente de las estrellas, pero tampoco lo niega ya, como solía hacer en otros tiempos. Ya que, si Wow fue producto de un accidente, dicho accidente no se ha vuelto a repetir. Sí hubo una falsa alarma sobre la posible captación de una señal alienígena procedente de otra constelación, una especie de “Wow II”, pero dicha alarma se debió a que el radioastrónomo de turno no tomó la precaución de comprobar las órbitas de los satélites artificiales antes de anunciar públicamente la recepción. Cuando supo que la señal que había captado había sido producto de un satélite de comunicaciones, aquello le supuso un considerable ridículo mediático y un enorme sonrojo ante el mundillo científico.

Volviendo a Wow, imaginemos una hipotética raza inteligente que fue la autora de la emisión, llamémoslos los “wowitas”. ¿Por qué habrían emitido durante un tiempo para después cerrar su aparato de radio e interrumpir la señal? Bien, la respuesta la tenemos en nosotros mismos, los seres humanos. Desde 1977 hasta hoy se han puesto de manifiesto dos cosas: una, que los terrícolas tenemos la tecnología para enviar señales a muchos lugares del espacio, pero que no lo solemos hacer y aun menos de manera sistemática. Y no lo solemos hacer porque no sólo es un disparo a ciegas sino que, de recibir respuesta, ésta tardaría décadas, siglos o incluso milenios en llegar hasta nosotros. Y dos, que si juzgamos lo sucedido en nuestra propia civilización, las comunicaciones radiofónicas ocupan una ventana temporal bastante breve en el desarrollo de los sistemas de comunicación: es una tecnología que es desarrollada en un momento dado, es usada intensamente durante aproximadamente un siglo —si llega— y después tiende a desaparecer sustituida por comunicaciones digitales o de otro tipo. A nuestros amigos los “wowitas” podría haberles sucedido lo mismo, en el caso de que existan y fuesen ellos los responsables de la señal Wow. Quizá descubrieron la radio, pero no tardaron en pensar que había quedado obsoleta. Y si nosotros pensamos que no merece la pena estar emitiendo constantemente sin estar seguros de si alguien nos va a captar (o según algunas voces como la de Stephen Hawking, sin estar seguros de que quien pudiese captarnos resultara no ser demasiado amistoso), lo mismo podría suceder con los habitantes de otros mundos. Tal vez lanzaron algunos disparos a ciegas hacia algunos lugares del espacio: si fue así, nos lo perdimos por muy poco. Horas, probablemente.

La mística de lo desconocido

Aunque puede que el destino haya jugado con nosotros, haciendo que un simple pedazo de metal flotando en el espacio revolucionase a un puñado de radioastrónomos en aquel verano de 1977, lo cierto es que la recepción de la señal Wow —fuese lo que fuese—pone, al menos, un toque de enigma novelesco en lo que, por lo demás, es un universo repleto de maravillas pero vacío de signos de civilización que podamos captar desde nuestro frágil planeta azul.

Es una lástima que aquella señal no fuese grabada. Circulan por ahí muchas supuestas versiones sonoras que se pueden escuchar, pero son todas falsificaciones, ya que con la parca información que se recogió sobre Wow es imposible reconstruir cómo debió de sonar. Lo cual muy probablemente nos hubiese sacado de dudas como mínimo sobre su posible origen terrestre, pero hay que admitir que el desconocer su verdadera procedencia no deja de conferirle al asunto un cierto aura de romanticismo, como en aquellos novelones sobre amantes que no se encuentran en la misma esquina por un par de minutos y pasan el resto de sus vidas alejados el uno del otro porque la casualidad así lo quiso. La raza humana, quizá, estuvo a muy poco de haber podido registrar un mensaje de otra civilización. Un mensaje de la constelación del Arquero, que pudo haber sido como una flecha perdida de Cupido en aquellos romances literarios. No sabemos si hubiésemos entendido ese mensaje y ni siquiera podemos precisar cuánto hubiese tardado en llegar nuestra respuesta —ya que se desconoce desde cuán lejos vino la señal— pero, para quienes no se conformen con la desangelada explicación de la chatarra espacial, siempre queda la imaginación. No es imposible que haya sido una señal alienígena, ya que la tecnología para enviar una señal semejante es algo de lo que incluso nosotros disponemos desde hace ya décadas. Además, eso es lo bueno de los enigmas: podemos escoger la explicación más prosaica, pero también las más poética o incluso, quién lo impide, la más inquietante. Y eso es también lo bueno de la señal Wow: aún no estamos en condiciones de afirmar que no hayan sido ellos, así que… ¿por qué no?

Si siempre hubiésemos podido ver más allá del horizonte, nunca hubiésemos construido barcos. Si siempre hubiésemos sabido lo que hay sobre la superficie de la Luna, nunca hubiésemos construido cohetes. Así que, mientras nos quede por averiguar qué hay ahí fuera, mientras no averigüemos si realmente nos enviaron un mensaje, seguiremos construyendo y avanzando. Puede que al final descubramos que sólo era publicidad cósmica de algún complejo de vacaciones en Sagitario, pero incluso eso resultaría interesante. Es posible que los Wowitas hagan mejores anuncios que los terrícolas. No sería demasiado difícil.

Por si acaso, este es el punto concreto de la constelación de Sagitario desde donde llegó la señal. Ya saben ustedes dónde mirar. Nunca se sabe.