domingo, 27 de mayo de 2012

La luna que llegó del más allá



Phoebe, la luna plagada de cráteres más grande de Saturno, puede ser una auténtica «oveja negra». Hace algunos años, los científicos descubrieron que este satélite natural no se originó en el momento de la formación del planeta, sino que fue atrapado por su gravedad y probablemente llegó desde el cinturón de Kuiper, un enjambre de rocas heladas más allá de Neptuno. Ahora, los investigadores que estudian los datos obtenidos por la sonda Cassini de la NASA confirman estas sospechas. Febe (o Phoebe, en inglés) puede tener más en común con otros planetas que con cualquiera de sus numerosas hermanas que giran alrededor del gigante gaseoso. Los hallazgos aparecen en la edición de abril de la revista Icarus.

Los científicos echaron el primer vistazo de cerca a Febe cuando la Cassini comenzó a explorar el sistema de Saturno en 2004. Analizando los datos de los múltiples instrumentos de la nave, encontraron que Febe es lo que se llama un «planetesimal», un remanente de los bloques de construcción planetaria, un resto de la formación del Sistema Solar, con su propia historia antes de ser «adoptado» por la extensa familia de Saturno. 

«A diferencia de los organismos primitivos, como los cometas, Febe parece haber evolucionado activamente durante un tiempo antes de estancarse», explica Julie Castillo Rogez, del Laboratorio de Propulsión a Chorro (JPL) de la NASA, en Pasadena, California. Las imágenes de la Cassini sugieren que Febe se originó en el Cinturón de Kuiper, la lejana región de antiguos cuerpos helados y rocosos más allá de la órbita de Neptuno. Los datos muestran que, al principio, Febe era esférica y caliente, y que tenía un corazón rocoso y denso. Su densidad media es aproximadamente la misma que Plutón, otro objeto del Cinturón de Kuiper. 

Caliente, porosa y esférica

Los análisis indican que Febe nació en los primeros 3 millones de años del nacimiento del sistema solar, lo que se produjo hace 4,5 millones de años. La luna pudo haber sido originalmente porosa, pero parece que se colapsó sobre sí misma a medida que se calentaba. «A partir de imágenes de la Cassini, pudimos ver que Febe se inició con una forma casi esférica, en lugar de con una forma irregular después más suavizada por los impactos», dice el coautor del estudio Peter Thomas, miembro del equipo de Cassini.

Febe probablemente se mantuvo caliente durante decenas de millones de años antes de su congelación. El estudio sugiere que el calor también habría permitido a la luna albergar agua líquida en algún momento. Varios cientos de millones de años después de que Febe se enfriara, la luna se desvió hacia el interior del sistema solar. Entonces fue capturada por la gravedad de Saturno, cuando de alguna manera se acercaba al planeta gigante.

Más de 60 lunas se encuentran en la órbita de Saturno, variando drásticamente en forma, tamaño, antigüedad y origen. Con la ayuda de observatorios terrestres y las cámaras de la Cassini, los científicos continúan la búsqueda de nuevas lunas.

lunes, 7 de mayo de 2012

Los impulsos cerebrales podrían sustituir a las contraseñas técnicas



Cada vez más y más científicos coinciden en la conclusión de que los impulsos del cerebro humano y la frecuencia cardiaca pronto sustituirán las contraseñas habituales. Dado que el código generado basado en esta información fisiológica no se puede ni robar ni olvidar, y también es muy difícil falsificarla, en el futuro el código será capaz de reemplazar a los dispositivos de entrada, tales como huellas dactilares, patrón de la retina o la silueta de la mano.

El profesor de la Universidad británica en Egipto Ken Revett; Naveen Cota, del Centro de Investigación de Inteligencia en Nuevo México, y Ramaswami Palaniapan, de la Universidad de Wolverhampton en el Reino Unido, apoyan esta opinión. Los dos últimos científicos estudian las respuestas del cerebro a diferentes imágenes.

Recientemente los investigadores descubrieron que si mostraban a una persona una foto con su familiar, su cerebro comenzaba a producir impulsos eléctricos que pueden ser utilizados como una contraseña. Sin embargo, el principal obstáculo para el uso más amplio de las contraseñas 'visuales' sigue siendo la necesidad de poner los electrodos en la cabeza.

Otros investigadores vinculan el futuro de los sistemas de autenticación con un sistema de cifrado basado en el ritmo cardiaco. Así John Irwin, del Laboratorio Draper en Cambridge, estableció que el 'dibujo' del pulso de una persona sigue siendo el mismo incluso cuando se aumenta el ritmo cardiaco. Sin embargo, de momento esta teoría se ha probado solo en 200 personas.

Los científicos chinos también se interesan por el método de cifrado a través del corazón. A principios de este año anunciaron la creación de un sistema criptográfico revolucionario basado ​​en los latidos del corazón. Según ellos, tal sistema puede proteger los datos ya que los ritmos cardiacos son únicos para cada persona y nunca se repiten exactamente, indican los científicos.