jueves, 6 de septiembre de 2012

Impresion de carne. La ciencia ficción hoy podrá ser realidad



Si el proyecto que está desarrollando una empresa llamada Modern Meadow se concreta, es posible que la humanidad no necesite criar animales para alimentarse. En efecto, esta compañía ha destinado unos 300 mil dólares para combinar la tecnología que hace posible la impresión tridimensional con las técnicas utilizadas para el cultivo de tejido en lo que será una impresora 3D capaz de imprimir carne comestible. El producto final, aseguran, será completamente digerible y aportará las mismas proteínas que la carne verdadera. ¿Será la alimentación del futuro?

Todos hemos visto (y deseado) las “impresoras 3D”, dispositivos capaces de crear objetos tridimensionales. Su funcionamiento es relativamente simple de explicar, y se parecen bastante a una fresadora CNC con la diferencia de que en lugar de realizar cortes o agujeros, poseen un cabezal que va depositando un material plástico -capa por capa- sobre la base de la misma. Los objetos a “imprimir” se crean en el ordenador utilizando un programa de CAD, y se envían a la impresora de la misma manera que imprimes un texto en una impresora común. El coste de estos artefactos es cada vez menor, y el tiempo que demoran en imprimir los objetos es cada día más breve. Pero parece que lo mejor está aún por venir: una empresa llamada Modern Meadow ha combinado esta tecnología con las técnicas utilizadas para hacer crecer tejidos “in vitro”[, de forma que la impresora sea capaz de imprimir “carne” perfectamente comestible.

Si bien la idea de construir una maquina capaz de “construir” comida parece sacada de alguna novela de ciencia ficción (de hecho, es un tema que se ha utilizado recurrentemente en ese tipo de historias), lo cierto es que los planes de Modern Meadow posiblemente se conviertan en realidad. Hasta el momento han destinado más de 250 mil euros en el desarrollo de esta “impresora 3D de carne” y si bien aún no han impreso ni siquiera una hamburguesa, todo parece indicar que conseguirán su objetivo. La carne creada mediante esta técnica, si bien es “artificial” en el sentido que no proviene de un animal criado y sacrificado al efecto, poseerá las mismas proteínas y aspecto que la carne real, y podrá ser digerida y aprovechada por nuestro organismo sin problemas. Detrás de esta iniciativa se encuentra el filántropo Peter Thiel, quien ha hecho el aporte de dinero inicial para poner en marcha el proyecto. Está claro que al principio el coste de cada kilogramo de carne producido de esta manera será astronómicamente alto, pero seguramente con el tiempo bajará los suficiente como para competir con las carnes que consumimos habitualmente. Se trata de un proyecto que tiene el potencial de convertirse en el alimento del futuro, solo resta esperar a ver si llega a buen puerto.

La pregunta inevitable es: ¿comerías carne creada artificialmente?, Si se salen con la suya, lo siguiente podrían ser verduras. 

lunes, 3 de septiembre de 2012

Entre la vida y la muerte

¿Es posible que una persona en estado vegetativo entienda lo que le digamos y que, por tanto, podamos comunicarnos de alguna forma con ella?



Me llamo Roc y hace dos años que estoy en coma”. Es la voz de uno de los protagonistas de la serie de Antena 3 Pulseras rojas, un adolescente que se comunica con sus compañeros de hospital desde su estado vegetativo. “En este espacio extraño entre la vida y la muerte”, explica, “uno puede acabar volviendo, marchándose o quedándose como yo”. Postrado en una cama, Roc no responde a ningún estímulo ni parece estar consciente. Dejando a un lado la parte de ficción, ¿es posible que una persona como él esté consciente?

Cinco respuestas correctas a seis preguntas
Nos situamos a principios de 2010 en la universidad de Cambridge. El neurocientífico Adrian Owen se encuentra ante un paciente en estado vegetativo. El hombre está aparentemente inconsciente y no reacciona a ningún estímulo. En el interior de una máquina de resonancia magnética, los investigadores le hacen una serie de preguntas mientras monitorizan su actividad cerebral.

“¿Tu padre se llamaba Thomas? ¿Se llamaba Alexander? ¿Tienes algún hermano? ¿Tienes hermanas?” Una por una, y cada 30 segundos, las señales del escáner muestran las respuestas del paciente. No, sí, sí, no… Las gráficas contienen una señal cerebral clara y sorprendente para los científicos. El paciente ha respondido correctamente a cinco de las seis preguntas, y para la sexta no han recibido una señal clara.

“Nos quedamos impresionados al comprobar que el paciente era capaz de responder correctamente a las preguntas con solo cambiar su pensamiento”, recuerda Owen. Antes de realizar el experimento, los investigadores le habían explicado lo que debía hacer para responder. Para contestar “sí”, debía pensar en el acto de jugar al tenis, una actividad que se refleja en el área motora suplementaria del cerebro.

Para responder “no”, debía imaginarse vagando por las habitaciones de su casa, lo que activaría la circunvolución del parahipocampo, relacionada con la orientación espacial. El estudio mostraba que, de los 54 pacientes estudiados, cinco fueron capaces de modular su actividad cerebral cuando se lo pedían. ¿Significa esto que tenían consciencia? Owen está convencido de que sí.

Volver del otro lado
En 1997, Kate Bainbridge sufrió una infección viral en el cerebro que la dejó en estado vegetativo. Los médicos que la atendieron consideraron que su situación era irreversible y que no reaccionaba a estímulos externos. Hasta que Adrian Owen decidió escanear su cerebro. Durante varias semanas, analizó la actividad cerebral de Kate mediante resonancia magnética y descubrió que algunas respuestas eran iguales que las de cualquier persona sana. Si le ponían delante la foto de un familiar, por ejemplo, las regiones cerebrales de la chica se activaban de la misma forma que en cualquier otro individuo. Unos años después, Kate salió del estado vegetativo y pudo contar lo que había vivido. “La imposibilidad de comunicarse era terrible”, aseguró.

¿Existen más casos como el de Kate? La investigadora Davinia Fernández-Espejo trabaja en el Brain and Mind Institute de la Universidad de Ontario (Canadá). Su objetivo es detectar si los pacientes de este tipo están conscientes, y para ello está utilizando el electroencefalograma (EEG). Sus estudios apuntan en la misma dirección que los de Owen: un porcentaje de los pacientes en coma tiene actividad cerebral que podría ser asociada con la consciencia. “En 2011 estudiamos 19 pacientes en estado vegetativo”, explica Fernández-Espejo, “y vimos que tres de ellos tenían consciencia. Les pedíamos que se imaginaran moviendo la mano derecha y moviendo los dedos de los pies, y la actividad cerebral de tres de ellos nos indicaba que nos estaban entendiendo. Y el seguimiento de órdenes es un criterio para demostrar que una persona está consciente”.

Algunos neurocientíficos pusieron en duda el hallazgo y atribuyeron los resultados a una respuesta automática del cerebro a ciertas palabras. Para desmontarlo, el propio Owen realizó una prueba suplementaria: introdujo a una serie de sujetos sanos en un escáner y, sin darles instrucciones, monitorizó su reacción al decirles aleatoriamente las palabras “tenis” o “casa”. Los resultados demostraron que no había señal en las áreas cerebrales que debían activarse, de modo que el cerebro no había respondido de forma automática.

No engañarse
Lo que convierte esta investigación en un asunto vital es que no hay diferencias entre los pacientes que no tienen indicio de consciencia y los que sí. Es decir, puede haber pacientes “atrapados” en un cuerpo inerte sin que los demás sepan que son conscientes de lo que sucede.

La reacción de las personas en estado vegetativo que abren los ojos o realizan algún movimiento también puede llamar al engaño. “Es cierto que estos pacientes tienen reflejos y hacen ciertos movimientos”, explica la científica española. “Las familias a veces los interpretan como intencionales. Muchos conservan el reflejo de risa o llanto, pero esto no basta para diferenciarlos.” El objetivo de estos estudios es conseguir identificar a aquellos que tienen consciencia. Los trabajos de Owen arrojan una cifra escalofriante: un 20%. La esperanza está en abaratar los experimentos de encefalograma que encabeza Fernández-Espejo. Se podrán hacer más preguntas, lo que aclarará cuál es el verdadero estado de su cerebro. “Con una sola prueba”, dice Owen, “no puedes asegurar que esa persona esté diciendo que sí, pero si tienes 175 preguntas correctas de 190, está bastante claro”.

“Quizá en un futuro”, concluye Fernández-Espejo, “consigamos que hablen o den órdenes sencillas, como algunos pacientes tetrapléjicos”.