jueves, 8 de agosto de 2013

¿Qué tienen en común el ojo y un espejo retrovisor? El punto ciego


Descartes ya dudaba de la veracidad de los sentidos hace cinco siglos; lo que vemos y oímos, no siempre es lo que realmente hay.


Puede parecer muy filosófico, pero para nada. El cuerpo humano no es una máquina perfecta como solemos decir. Tiene sus excesos, como algunas partes del cuerpo que ya no cumplen ninguna función (las muelas del juicio o el decimotercer par de costillas que tiene alguna gente), pero también peca de defectos. El ojo humano, bastante desarrollado, tiene una pega: un punto ciego. Sí, como le ocurre al espejo retrovisor del coche, el ojo humano tiene un punto, un área pequeña de la visión que no puede detectar. En primer lugar empezaré mostrando un experimento que, creo, no os dejará indiferentes y más tarde explicaré por qué ocurre esto y cómo suple el cerebro esa decadencia visual. ¿Te apetece descubrirlo?


Vamos a hacer que desaparezca el logotipo de HdC.


Para ello, lo que debes hacer es cerrar el ojo izquierdo, y sin dejar de mirar la estrella roja, colocarte a unos 30 cm de la pantalla del ordenador. El logotipo desaparecerá, y podrás ver ambas estrellas, roja y lila solas, sin problema alguno, ¿Verdad? Y si te separas más de la pantalla, será la estrella lila la que desaparece de tu campo de visión.

¿Por qué ocurre esto?

Es debido al punto ciego del que hablábamos. Las imágenes que entran por nuestra pupila lo hacen en forma de luz que llega a unas células sensibles de la retina conocidas como conos y bastones, que captan esa luz y la transforman en impulsos nerviosos que viajarán hasta el cerebro para interpretarlos en forma de imágenes, las que estamos viendo. Si observamos la anatomía interna del ojo en la foto, veremos que la retina no cubre por completo el interior del ojo, sino que hay una zona donde no hay células sensibles a la luz, sino que está ocupada por la entrada del nervio óptico, zona que se conoce como disco óptico y que es la que causa el punto ciego del que estamos hablando.



¿Por qué no nos damos cuenta?

Sería lógico pensar que si hay una zona del ojo que no es capaz de captar imágenes, deberíamos ver dos manchas en nuestra visión constantemente, estar en el cine y que en ambos lados de la pantalla hubiera dos huecos vacíos que no vemos. Sin embargo, esto no ocurre. ¿Por qué?

Vamos con otro experimento. Hay que repetir el proceso anterior. Cierra el ojo izquierdo y de nuevo colócate a unos 20-30 cm de la pantalla mirando la estrella.



Habrá un momento en el que el ratón desaparezca de la jaula. Sin embargo, lo que vemos, no es un hueco blanco en la jaula, no, da la impresión de que la jaula tiene todos sus barrotes intactos, pero el ratón no está dentro.

Esto ocurre porque el cerebro "rellena" el hueco que el ojo deja vacío. Al cerebro no le llega la información visual de la zona donde se encuentra el ratón, entonces lo que hace es rellenar el hueco siguiendo el patrón de la imagen que lo rodea que, en este caso, son los barrotes de la jaula.

Lo curioso es que hay animales que tienen una estructura ocular muy parecida a nosotros, como los calamares o sepias, pero que por evolución convergente (dos estructuras similares han evolucionado independientemente a partir de estructuras ancestrales distintas y por procesos de desarrollo muy diferentes) ellos han evitado ese punto ciego.

Detectan emisiones de radio originadas fuera de la Vía Láctea


Un equipo internacional de astrónomos ha detectado cuatro emisiones de radio muy potentes que consideran que pueden haberse originado fuera de la Vía Láctea.

No se trata de la primera vez en que se capta una señal similar, ya que un misterioso pulso de radio que provenía del exterior de la galaxia fue detectado por primera vez en 2007. En ese momento, los científicos no sabían lo que era y se barajó la posibilidad de un tipo de interferencia creada por la Tierra. Por ello, un grupo de astrónomos decidieron explorar los cielos con un telescopio de radio para buscar púlsares, estrellas de neutrones giratorias o restos de estrellas que han estallado.

Con esta investigación, el equipo querían saber de dónde venía el pulso y lo que podría estar causando. Sin embargo, lo que ha encontrado son más emisiones y verificaron que no se trataba de ninguna interferencia terrestre, sino que estos fenómenos habría viajado una larga distancia hasta llegar hasta la galaxia.

«Se ha descubierto que las emisiones de radio duran unos pocos milisegundos y que parecen estar llegando desde el otro lado del Universo», ha señalado el autor principal de trabajo, publicado en 'Science', Dan Thornton.

Las cuatro emisiones se han descubierto en un año ya que solo se estaban explorando parcelas relativamente pequeñas del cielo a la vez. Los científicos han señalado que, ahora, llevará unos cuantos años más completar el estudio del cielo y han apuntado que la probabilidad es que se descubran miles más de estas señales.

Además, el estudio sigue adelante porque los astrónomos no están completamente claras en cuanto a los orígenes de las señales de radio. Algunas teoría apuntan a que son el resultado de algún evento cosmológico importante que tuvo lugar hace millones de años, como un «cataclismo».

«Creemos que es probable que se creara por un evento extremo catastrófico por algo que se destruyó, porque no se ha vuelto a repetir», ha indicado Thornton.

«Hemos mirado hacia atrás en la misma zona del cielo y hemos visto ninguna ráfaga repetida en la misma posición», ha insistido, para apuntar que esta situación lleva a pensar que se trata de una «supernova» o una explosión gigantesca de un magnetar (una estrella de neutrones alimentada con un campo magnético extremadamente fuerte).

lunes, 5 de agosto de 2013

El efecto dominó del rápido deshielo en el Ártico


Durante las dos últimas décadas, el Ártico se ha calentado el doble de rápido que el resto del planeta, hasta el punto de que el año pasado la extensión de hielo marcó su mínimo histórico desde que se toman registros. El calentamiento del Ártico influye en la flora y la fauna. Y si continúa derritiéndose al rápido ritmo actual no sólo los animales marinos resultarán seriamente afectados. Especies terrestres, como el caribú, el zorro ártico o la morsa (semiacuática) tendrán que hacer frente a un ecosistema hostil en los próximos años al que tendrán que adaptarse para seguir obteniendo alimento y reproduciéndose.

Así lo advierte un estudio publicado esta semana en la revista 'Science', que alerta también de que patógenos que han permanecido aislados podrían extenderse a otras comunidades a medida que aumente la movilidad de las especies por el deshielo.

El objetivo de esta investigación, liderada por Eric Post, profesor de la Penn State University, es estudiar el efecto dominó que la pérdida de hielo ocasionará tanto en los animales marinos como en aquellas especies terrestres que viven junto al hielo y que forman parte de este rico ecosistema. Y para ello, han examinado las relaciones entre algas, plancton, ballenas o animales terrestres como el caribú o el zorro ártico o polar ('Vulpes lagopus').

Y es que, según señala Post, que en la actualidad se encuentra en Groenlandia, hasta ahora los efectos del deshielo y del calentamiento en los microorganismos que viven bajo el hielo han recibido mucha atención por parte de los científicos, pero los animales que viven cerca del hielo probablemente también están sintiendo los efectos.

Alteración de la dieta

El profesor afirma que tras el récord de deshielo alcanzado en agosto de 2012, se espera que la capa de hielo siga derritiéndose a un ritmo acelerado. Según explica, esta previsible aceleración en el deshielo se deberá en parte, a la pérdida de albedo, es decir, el porcentaje de radiación que la superficie blanca (cubierta de hielo) refleja respecto a la luz solar que le llega. Cuando el albedo disminuye porque la superficie helada es más pequeña, aumenta el calentamiento.

Hay numerosos ejemplos de cómo el deshielo puede causar estragos en los ecosistemas. Así, afecta al contenido de las algas que crecen en las capas heladas, haciéndolas menos nutritivas para los depredadores marinos. Menos hielo significará también que algunos vertebrados dispondrán de menos superficie para cazar, reproducirse y descansar.

Además de afectar, como ya se está detectando, a las algas y el fitoplancton del que se nutren animales marinos, los terrestres también podrían ver reducidas las plantas de las que se alimentan en tierra.

Especies híbridas

Asimismo, los investigadores temen que otro efecto indirecto sea un cambio en la forma en la que se mezclan las poblaciones. Las poblaciones de lobos o zorros árticos que actualmente están aisladas sólo durante el verano podrían estarlo durante temporadas más largas. Y es que un periodo más largo sin hielo, que promueve los intercambios entre poblaciones, podría suponer un declive en los cruces.

No obstante, en otras especies el efecto podría ser justo el contrario: "Sabemos que para algunas especies el hielo es una barrera. Así que una estación sin hielo más larga probablemente fomentará que la población se mezcle, reduciendo la diferenciación genética", señala Post.

Por ejemplo, los osos polares ('Ursus maritimus') cada vez pasan más tiempo en compañía de los osos grizzly ('Ursus arctos horribilis'), con los que antes tenían menos contacto, lo que ha ocasionado que se apareen, dando lugar a una especie híbrida.

Transmisión de enfermedades

Por otro lado, el contagio de patógenos que hasta ahora estaban aislados es otro de los riesgos si aumenta el contacto entre las especies del Ártico oriental y occidental. Por ejemplo, una población que actualmente tenga un cierto patógeno podría contagiárselo a otro que anteriormente no habría podido estar expuesta.

Podría ser el caso del virus del moquillo de los fócidos (PDV por sus siglas en inglés), que afecta sólo a las focas del Ártico oriental. Si estas focas comienzan a mezclarse con las del Ártico occidental el virus probablemente se extenderá a otras poblaciones.

Aumento del tráfico marítimo

La acción del hombre, hasta ahora bastante discreta debido a que se trata de zonas hostiles y de difícil acceso gracias al hielo, podría alterar aún más la vida de las especies árticas. Y es que a medida que el hielo se derrite, vías que solían permanecer heladas durante la mayor parte del año y por tanto eran inaccesibles, son navegables.

El incremento del tráfico marítimo, advierten, es una amenaza para estos ecosistemas a la que se sumaría los planes para realizar prospecciones en busca de gas, petróleo y minerales. Entre las especies más vulnerables a la explotación de estas zonas estarían la ballena boreal ('Balaena mysticetus') y la morsa del Pacífico ('Odobenus rosmarus divergens').

El el ártico canadiense, el aumento del tráfico de barcos y el comienzo tardío de la temporada helada podría alterar la migración anual de los caribúes. No obstante, los científicos recuerdan que la pérdida de hielo también podría evitar los brotes esporádicos de rabia en Svalbard que son atribuidos a la llegada de los zorros polares desde la Rusia continental. La reducción de la capa de hielo minimizaría o eliminaría estos movimientos.